(Texto editado por : Ángela Morgollón) ( Fotografía: StockNap)
A sus 32 años, Aída se ha planteado muchas veces si realmente existe el amor duradero. ¿Existe aquella fórmula del amor duradero?¿Es posible que eso ocurra en la época en la que nos encontramos?
Esta pregunta ronda su cabeza casi a diario acompañada de una sensación agridulce por la desilusión tras varias relaciones fallidas. Algunas más duraderas que otras, algunas con mejores finales que otras, pero todas con la pregunta final: ¿es posible hoy en día morir de anciano junto al amor que te ha acompañado durante toda tu vida?
Ha perdido un poco la ilusión por encontrarse en un proyecto de futuro con alguien, el amor, alguien con quien forjar el amor duradero. Aún se pregunta cual es el error, si es la sociedad actual la que falla o es ella misma. Puede que ambas.
La principal razón por la que Aida “fracasa” en su búsqueda del amor duradero es simple: ¡CONFUNDE FÁCILMENTE LA SENSACIÓN DE ENAMORARSE CON LA DE AMOR DURADERO!
Busca y anhela la sensación de enamorarse constantemente, tal y como había tenido la suerte de experimentar años atrás. Nada de malo en ello sino fuese porque el enamoramiento es explosivo, una erupción de sensaciones, energía, fuerza, ilusión… pero sobre todo es eso, una explosión.
Las explosiones son incontrolables, potentes, imparables, pero también son limitadas en el tiempo, tienen fecha de caducidad. Es imposible que esta sensación de estar enamorado perdure indefinidamente en el tiempo sin el combustible adecuado.
El enamoramiento resulta imparable, capaz de derribar cualquier barrera y diferencia entre dos desconocidos. No obstante, tanto para Aida como para la mayoría de nosotros, la sensación de enamoramiento dura lo que tardamos en conocer cada rincón de la personalidad e intimidad de la pareja.
Una vez que descubrimos los puntos hasta entonces desconocidos de la otra persona, incluyendo la intimidad sexual, cuando ya no hay barreras que superar ni espacio nuevo con el que sorprendernos o motivarnos, el enamoramiento comienza a menguar. Sin el combustible adecuado, el enamoramiento es caduco.
Game over.
Parece que debería decir que la pasión se acaba cundo ella llega a conocer tanto a la otra persona como a si misma, pero no es así. En realidad, Aida llega a conocer tan poco a su pareja como a si misma. Si ella, si nosotros no poseemos una amplia experiencia de autoconocimiento y desarrollo personal, le resultará bastante fácil a nuestra pareja saciarse rápido de nosotros, su sensación se pasión y enamoramiento será fugaz y efervescente. Por supuesto también en el sentido inverso.
Puede que niegues rotundamente esta determinación, pero no podrás negar que la motivación es el factor más potente que existe sobre la faz de la tierra. El único capaz de mantener la llama del enamoramiento encendida.
Sin motivación no existe posibilidad alguna de conseguir objetivos complejos. Sin esa motivación que te lleva a querer descubrir aquello inexplorado y conquistar las zonas ocultas de la pareja, game over.
Aida necesita recompensa inmediata, nos pasa a nosotros también, nos estamos convirtiendo en impacientes por naturaleza.
Acaba resultando imposible conseguir un amor duradero haciendo totalmente lo contrario a lo que debe. Debe crecer, trabajarse, conocerse a fuego lento, y de igual modo a sus futuras parejas. Este proceso de autoconocimiento y evolución debería ser constante, infinito, en todas y cada una de las fases de la vida.
Si esto ocurriese, ambos componentes de la pareja serán constantemente cambiantes, por lo que nunca podrían conocerse al cien por cien y siempre quedaría un cierto porcentaje en constante evolución a explorar. Siempre existirían barreras por derribar, espacios de su intimidad por conquistar. Combustible y motivación que hace posible tener viva la llama de el enamoramiento.
Ya no sería necesario recurrir una y otra vez a parejas de usar y tirar. Parejas a las que conquistar, conocer, descubrir hasta el último rincón de su intimidad y, observar como el enamoramiento y motivación se esfuma. ¿Después? después otra persona con el mismo o diferente perfil a la que conquistar, conocer y descubrir hasta el último rincón de su intimidad. Repetir la película una y otra vez.
Ya no haría falta hacer lo mismo. Ahora serían dos personas en constante evolución, dos personas que acaban siendo ser siete tipos de personalidades durante toda sus vidas. Ahora sí, en un mismo cuerpo, siete diferentes etapas, siete tipos de proyectos distintos… así es posible mantener la motivación de la otra persona encendida sin importar los años que lleven juntos.
Siete almas distintas también en el mismo cuerpo de tu pareja que seduce constantemente, que te vuelve a apasionar y a crear curiosidad
Decidle a Aida si la veis de mi parte que:
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